
En esta familia de Georgia hace más de cincuenta años solo nacen mujeres. ¿La razón? Dicen que el azar y las probabilidades. Siendo así, Dara Crouch, miembro de la familia, decidió no conocer el sexo de su bebé, pues estaba segura que sería una hembra. Sin embargo, al nacer el bebé ella quedó impactada.

El bebé era un varón.

Para sorpresa de todos, el azar había fallado o las probabilidades no se calcularon bien.

Según la ciencia, el sexo no solo depende de las probabilidades que aseguran un 50 %, sino de las condiciones bajo las cuales se realiza la fecundación, las cuales implican a ambos miembros: hembra y varón.
Mientras los espermatozoides X son más grandes, tienen mayor fuerza estática, son lentos y resistentes en condiciones adversas o ácidas, pero, además, son más duraderos y pacientes; el Y es más pequeño, rápido y requiere condiciones de mínima adversidad, es decir: alcalinas. Esto se resume en un drama griego: si el Y logra llegar a su objetivo y no está listo el óvulo, el espermatozoide muere rápidamente; mientras el X tiene toda la paciencia del mundo para esperar.

Así que para aclarar cualquier duda, Dara y su esposo pudieron ofrecer un varón en la familia porque, probablemente, la fecundación tuvo lugar el día 14 de la ovulación. Esto favoreció que los espermatozoides “Y” llegaran finalmente a un óvulo y cumplieran su cometido.
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